Dádivas quebrantan peñas

Nacionalismo versus ciudadanía

Los distintos nacionalismos, en diferentes Comunidades Autónomas y en el conjunto de España, llevan décadas -en algunos casos, siglos- ocupados en explicitar supuestas diferencias substanciales entre seres humanos para reafirmar lo que han dado en llamar el "hecho diferencial". Según ellos, éste, les catapulta como nación o colectivo nacional, sin más. Si suprimimos los variados atributos que en su globalidad confieren el difuso rango de nación a cualquier entidad, nos percatamos fehacientemente de que los meros ciudadanos que la componen salen enormemente beneficiados. Para apoyar lo ateriormente expuesto, pongo de ejemplo "la moneda". ¡Qué nación que se precíara no disponía de su respectiva y peculiar moneda (peseta, marco, franco, florín)? Si la lengua "limpiaba, fijaba y proporcionaba esplendor"; la moneda propia dotaba de un determinante orden de aceptación generalizada. Paradógicamente, a pesar de esto, no conozco ningún nacionalista, de un signo u otro, en España que en la actualidad ponga reparos a la supresión de la antigua divisa (peseta) en favor de la moneda única (euro). Su implantación se me antoja harto beneficiosa para los estados, pero mucho más para los individuos que los conforman. Ha supuesto una agilización en los intercambios comerciales y sociales y una mejora en el poder adquisivo para el conjunto de ciudadanos de los países que libremente decidieron, hace algunos años, adherirse a esta iniciativa en pos de la eliminación progresiva de fronteras y la igualdad de sus pueblos. Aquellos que en disposición de hacerlo, rehusaron, en la actualidad, pagan, nunca mejor dicho, un alto precio. En mi modesta opinión, la solución de los problemas que se generan en una sociedad moderna no pasa, bajo ningún concepto, por abogar en favor de nacionalismos excluyentes y diferenciadores. Éstos llevados a cualquiera de sus extremos derivan en regímenes totalitarios amén de la sobrevaloración de los supuestos hechos diferenciales propios y la infravaloración de los hechos diferenciales ajenos.

Un cordial saludo.




¿Polémica anacrónica?

Es obivio que todas las personas en torno a "Ciutadans de Catalunya" en este preciso momento histórico, son de "izquierdas" puesto que la actual situación exige ciertas "reformas" políticas de gran calado. En el caso hipotético de que se alcance el poder (hoy mucho menos hipotético que unos meses atrás) y se hayan podido acometer con éxito dichas "reformas" en su totalidad (en al menos dos legislaturas), ¿qué sentido tendría ser de "izquierdas" si la intención de la mayoría de nosotros, a partir de ese momento, pasaría a ser "conservadora" y por ende de "derechas"? ¿Llegado el momento, nos empecinaremos en seguir siendo de "izquierdas" por razones meramente estéticas o por el contrario nos declararemos abiertamente de "derechas"?

Un cordial saludo.




De hito en hito 2

"Pan y lastre, hasta cansarte". Así reza cierto aforismo que me viene como anillo al dedo para ilustrar el empecinamiento que ponen de manifiesto los nacionalismos en la política catalana. A mi modo de ver las cosas, si cualquier persona alza la vista por encima de los partidos que rigen el gobierno de Catalunya no alcanzará a divisar otra cosa que nacionalismo. Nacionalismo, eso sí, con un pronunciado asimetrismo que va desde el catalanismo al españolismo. Sin olvidarse de la mal llamada "izquierda" y "derecha". Por lo tanto, urge a los ciudadanos, independientemente de su procedencia o su ubicación venidera, pretender erigir un partido político que en perfecta equidistancia entre ambas corrientes nacionalistas termine por neutralizarlas. Del mismo modo, buscar un nítido propósito en los gobernantes futuros para que modulen sus políticas en beneficio exclusivo de los ciudadanos, tratados como individuos y no como adscritos a distintos colectivos. Anteponiendo de forma explícita los derechos de aquellos sobre estos. Todo esto bajo principios guiados por valores universales, perfectamente asumibles por cualquier estado democrático y que no siempre son respetados. Pongo por ejemplo el derecho a educar a los niños menores de ocho años en su primera formación en la lengua materna. Aceptado por todos, pero rara vez cumplido. Está en nuestra mano, en la de todos y cada uno de nosotros, aportar nuestra apreciable contribución a zanjar problemas que merman sobremanera nuestra calidad de vida.

Un cordial saludo.




De hito en hito 1

En mi opinión, los políticos catalanes viven desde hace demasiado tiempo instalados en el absurdo más injustificable. Quienes dirigen los órganos rectores de Catalunya parecen haber dado la espalda a los problemas reales de los ciudadanos al tiempo que exhiben su simpar encanto por vivir inmersos en controversias quiméricas e insustanciales. Hoy por hoy, en el Parlament brilla por su ausencia otra fuerza política que no se declare, de modo más o menos explícito, nacionalista o, en su defecto, que no actue como tal. Por consiguiente, nuestros representantes políticos muestran, sin ambages, un apego desmesurado a profesar una ideología que se sustenta en lo efímero, en lo artificial, en distanciarnos de nuestros semejantes creando unas diferencias que a todos los efectos no existe: vaya, en el nacionalismo más recalcitrante. Obvian que, mientras las provincias, regiones (autónomas o no), países, en definitiva... las fronteras, son algo que sólo adquiere consistencia como real en la esfera de mentes previamente programadas o interesadas; los individuos, no. Pretender que aceptemos de buen grado que los territorios han de poseer ciertos derechos históricos, a mi juicio, no es menos que un insulto a la inteligencia de cualquier ser humano. Naturalizarse de un lugar no ha de ser mucho más que establecer los bártulos en cualquier rincón y que todos los demás cambios que deban operarse en los ciudadanos vengan obligados por las circustancias palmarias y no por leyes arbitrarias e impositivas. En aras del interés de los individuos se ha de rehuir de utopías nacionalistas que dedican la mayor parte de sus esfuerzos a dar cuerpo a unas ideas, casi nunca tangibles, que sólo han existido y podrán existir en el abstracto mundo del pensamiento. Sírvase, a modo de botón de muestra, de desbrozar a qué destinan nuestras instituciones los recursos de que las dotamos los contribuyentes. Deslindar del monto, la parte asignada a solventar las necesidades perentorias para la población, se nos mostraría como una empresa harto difícil. Cuando lo racional invitaría a que no hubiera lugar al desbroce de partidas que se apartaran de lo más elemental para la ciudadanía.

Un cordial saludo.




Sociedad enferma

Si a lo largo de nuestra Historia Contemporánea puede apreciarse diáfanamente una sociedad enferma (trayendo a colación la expresión que, del momento actual en Catalunya, ha puesto de relieve Boadella) ésta la hallamos, sin lugar a dudas, en nuestro país tras la pérdida de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Aquella abrumadora cadena de infortunios originó en la sociedad de la época una afección psicológica colectiva cuyas secuelas, según el parecer de algunos historiadores, se han venido arrastrando hasta hace pocas décadas. Entre los coetáneos del funesto acontecimiento surgió una generación de intelectuales con una actitud vital que acabó por espolear al resto de sus conciudadanos. En Catalunya, basándonos siempre en la afirmación del genial director teatral que pone de manifiesto que la sociedad está afectada por un virus nacionalista, podemos trazar la siguiente extrapolación bajo una línea irónica. Fiel reflejo de ello lo encontramos al analizar los medios de comunicación actuales en Catalunya. A la vista de lo anteriormente expuesto, ¿Podemos declarar que éstos padecen de bromhidrosis? En efecto, (generalizando, con todo el riesgo de equivocarse que esto comporta) algo huele mal cuando constatamos cómo en los últimos lustros, éstos, en su mayoría, silencian a quienes no comulgan con la verdad suprema del nacionalismo-independentismo. De forma acusada ha subsistido una coercitiva norma tácita por la cual, entre otra serie de cosas, cierto dirigente político se permitía el lujo de decir a los periodistas lo que tocaba aquel día y lo que no. Así, lo habitual era que ciertas noticias cargadas de un cariz antropológico (no en el sentido lato de la palabra) tuvieran una difusión desmesurada; y otras, desafectas al ideario nacionalista-independentista, lo contrario. En nuestra Comunidad, mientras no ha existido un grupo de intelectuales que se ha erigido en voz discrepante, éste orden de cosas, para la mayoría de nuestros conciudadanos, ha pasado, las más de las veces, desapercibido. Ahora, tras casi un año en el candelero, la cuestión está abierta a debate en los diarios, radios, televisiones... pero aún no se ha logrado evitar que pervivan ciertas reminiscencias. Prueba inequívoca de ello la encontramos en los actos no nacionalistas que empiezan a menudear desde hace unos meses (algo impensable años atrás). En la mayoría de los casos no hallan eco en ciertos medios de comunicación, pese a que cuenten con una afluencia de público notable. Eso que en otras latitudes tendría obligatoria difusión en los medios... aquí, en el peor de los casos, ni mu; en el mejor, se distorsiona el número de asistentes. Ahora bien, ¿qué repercusión imaginan ustedes tendría que se celebrase una reunión de amigotes en Barcelona para celebrar el aniversario del primer usuario catalán "catalán" de una compañía aérea que operaba años ha entre Kaohsiumg (Taiwan) y Auckland (Nueva Zelanda)? Seguro que no tienen que estrujarse el magín, ¿verdad?

Un cordial saludo.